El Río Añarbe es un curso fluvial que desde su nacimiento, en el collado de Almendruriz, hasta su final, como afluente del Río Urumea recorre 25,7 kilómetros, gran parte de ellos retenidos por embalses.

El río transcurre por el municipio navarro de Goizueta, sirviendo su último tramo como frontera natural, tanto municipal, al limitar con el municipio de Oiartzun, como provincial, ya que este pertenece a Gipuzkoa.

En su camino no pasa por ningún núcleo de población más que el del barrio de Artikutza, ya que se trata de una zona de monte prácticamente despoblada. Sus principales afluentes son los ríos Urdalle (6,0 Km) y Alama (8,0 Km), que se acercan al cauce principal desde el sur.

El Río Añarbe nace en la ladera que, hacia el suroeste, parte desde el Collado de Almendruriz, a poco más de 600 metros de altitud. Es una ladera cubierta por el bosque autóctono, un frondoso hayedo, que se convierte en robledal cuando el descenso de las altitudes favorece su proliferación.

Pronto llegamos a Artikutza (3 hab), una finca que toma prestado su nombre de las pocas casas que se encuentran en su interior. Aunque a lo largo de su historia perteneció a la Colegiata de Santa María de Roncesvalles,  que explotaba los derechos ganaderos y mineros. Durante el siglo XIX fue desamortizada, al ser vendidos los bienes de la Iglesia, pasando de este modo a manos privadas.

Mientras tanto, el crecimiento de la ciudad de San Sebastián comienza a poner de manifiesto los problemas de abastecimiento de agua desde los manantiales cercanos. La solución que se encuentra es la de construir una traída de aguas desde el Añarbe. Las obras de captación en manantiales de la zona comienzan en 1896 y se terminan tres años después.

El ayuntamiento donostiarra ve la necesidad de hacerse con la propiedad de la finca, ya que sin su control se producen contaminaciones, como la de 1902, que se lleva la vida de cuarenta personas por las fiebres tifoideas, tras un foco surgido en la aldea de Artikutza.

En 1919 el consistorio emite bonos de deuda para conseguir el capital, haciéndose con la propiedad. Se trasladaron a todos los habitantes de los caseríos dispersos al barrio de Artikutza, y se procedió al cercado de la finca, prohibiendo todas las actividades que pudieran resultar dañinas para la calidad del agua.

Para mejorar el servicio se comienza a construir en 1950 ,justo antes de llegar a las casas, la presa de Enobieta, encargada de retener las aguas del futuro embalse de Arikutza. Sin embargo, desde el principio se descubren problemas geológicos que impiden levantar la estructura hasta la altura prevista, reduciendo su capacidad a la mitad. Para cuando se finaliza, en 1963, ya se puede ver que no será suficiente para cubrir las necesidades de la ciudad, por lo que se comienza a proyectar Embalse de Añarbe, aguas abajo.

El resultado de estas políticas de restricción de uso y acceso en la finca, se reflejan en la buena conservación de este espacio, convertido en Lugar de Interés Comunitario desde el año 2002. En el año 2017 se decide y comienza el vaciado de la presa, que se lleva a cabo paulatinamente, ya que su estado de conservación era muy deficiente, convirtiéndose su ruptura en un peligro potencial.

A la salida de este obstáculo el río continúa en la misma dirección, virando poco después hacia el noroeste hasta llegar a la frontera con Gipuzkoa, convirtiéndose en la misma línea que la separa de las tierras navarras por las que venía circulando. El trazado se meandrifica, llegando a girar tanto, y en tan poco espacio que casi vuelve a tocarse, creando en su camino pequeñas penínsulas topográficamente elevadas sobre el cauce del río. En este tramo se localizaban tres pequeñas explotaciones hidroeléctricas, que datan de finales del siglo XIX; la de la Papelera Española, que tenía la central en la cuenca del Urumea, la de Iberduero, con la central en Oquillegui y la de Fabril Lanera, S.A., junto al caserío Berdabio, quedando a día de hoy huellas visibles de su actividad, como canales y acequias.

Al ver que el primer pantano no sería la solución, se proyectó una nueva presa aguas abajo, a apenas medio kilómetro de la desembocadura del río en el Uremea. En 1969 comenzaron las obras que habrían de culminar en 1976. El resultado es un dique de 79,5 metros sobre la cota de cimentación, con una longitud de coronación de 304 metros. Es capaz de retener 43,8 hm3 en las 201 hectáreas que quedan anegadas bajo la superficie inundada. Para gestionar esta infraestructura se crea una empresa, Aguas del Añarbe, S.A., que tiene la responsabilidad de controlar tanto el abastecimiento, como el caudal que se vierte al Urumea.

La lámina se extiende más de seis kilómetros aguas arriba, siguiendo las curvas en la parte más alta, y convirtiendo en islas los tómbolos más cercanos a la presa, al pasar las aguas por encima de los istmos. Bajo las aguas quedó inundado para siempre el caserío de Añarbe fuente toponímica del cauce, así como una ferrería, restos de un pasado preindustrial.

Finalmente, la presa devuelve al Río Urumea, muy cercano, el caudal ecológico, la cantidad de agua necesaria para mantener las condiciones medioambientales del río. El Urumea será el encargado de llevar estas aguas hasta el Mar Cantábrico, a la altura de San Sebastián, mismo lugar, por otra parte, en el que acabarán el resto de las aguas derivadas para el consumo.

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