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Última actualización:abril de 2025.
Ríos, lagos y aguas subterráneas en buen estado de conservación son esenciales para la ciudadanía, la naturaleza y la actividad económica porque nos proporcionan agua para los diferentes usos y otros beneficios ecosistémicos esenciales.
Sin embargo, son ecosistemas muy degradados por las presiones que históricamente hemos ejercicio sobre ellos, especialmente en las últimas décadas, y su conservación y restauración es uno de los grandes retos ambientales actuales.
Por ello, la Directiva marco de las aguas de la UE, una de las piezas clave de la política ambiental en Europa, se enfoca en alcanzar y mantener un buen estado de las aguas, evitando su deterioro. Este buen estado abarca tanto aspectos químicos como ecológicos, asegurando que las aguas no solo estén libres de contaminantes, sino que también sean capaces de sustentar ecosistemas saludables y biodiversos, que aseguren suficiente agua para la vida silvestre y las necesidades humanas.
De acuerdo con el último informe de la Comisión Europea sobre la aplicación de la Directiva Marco del Agua, en España solo el 58% de las masas de agua superficiales alcanza el buen estado ecológico. Las principales presiones que afectan a los cuerpos de agua superficial son:
La ocupación masiva de las vegas fluviales en las últimas décadas ha degradado nuestros ríos y ha expuesto a las personas y bienes al riesgo de inundación.
Las llanuras de inundación, o vegas fluviales, son los terrenos que ocupa el río cuando su caudal aumenta de forma extraordinaria y el río se desborda.
Históricamente, pero sobre todo a partir de la década de los 60, hemos ocupado masivamente las llanuras de inundación por diferentes usos: expansiones urbanísticas de núcleos de población, polígonos industriales, edificaciones aisladas ligadas a explotaciones agrícolas, vías de comunicación, equipamientos públicos, usos agropecuarios… lo que ha supuesto la alteración del funcionamiento natural de los ríos y la exposición de personas y bienes al riesgo de inundación.
Una vez que hemos implantado estos usos, para protegerlos de las crecidas naturales del río, hemos ejecutado estructuras como canalizaciones, encauzamientos, escolleras o motas para evitar que el río ocupe su llanura de inundación.
Estas obras de defensa contra inundaciones, que suponen la alteración de las riberas naturales de los ríos, y en ocasiones de su lecho, modifican la dinámica natural del río, alteran los hábitats fluviales y, además, agravan los daños por inundación aguas abajo.
En las cuencas intercomunitarias españolas se han inventariado más de 14 600 obras longitudinales de defensa, que modifican la dinámica natural del río y agravan los daños por inundación aguas abajo.
En otras ocasiones incluso hemos soterrado de ríos, para implantar usos sobre ellos.
Otras alteraciones morfológicas de nuestros ríos se derivan de la construcción de infraestructuras para captar y almacenar el agua, como azudes y presas.
Los azudes y las presas alteran el funcionamiento natural del río, ya que impiden la continuidad de los flujos de agua, sedimentos, nutrientes, materia orgánica y organismos en los ríos:
En las cuencas intercomunitarias españolas se han inventariado más de 18 500 obras transversales en los ríos. La mayoría son azudes de menos de 2 m de altura, sin capacidad de almacenamiento de agua.
En España existen decenas de miles de azudes, muchos de ellos en desuso, que son una de las principales causas estructurales del deterioro de nuestros ríos.
Por las alteraciones que producen en la dinámica natural del río, la normativa española en materia de aguas, en concreto el artículo 126 bis del Reglamento del Dominio Público Hidráulico, Condiciones para garantizar la continuidad fluvial, establece la obligación de eliminar los azudes que ya no se utilizan.
Entre las funciones de la Confederación Hidrográfica está controlar las obras y otras actividades que se realizan en el dominio público hidráulico y en sus zonas de protección para minimizar las ocupaciones y alteraciones morfológicas de los ríos.
Para evitar el deterioro morfológico de nuestros ríos y mejorar su estado de conservación la Confederación Hidrográfica realiza las siguientes actividades:
Para minimizar las ocupaciones y alteraciones morfológicas que los usos a instalar en el territorio producen en los ríos la Confederación tramita las autorizaciones necesarias para realizar obras y otras actividades, establece las condiciones en las que se pueden realizar, inspecciona y analiza su cumplimiento y, en caso de incumplimiento, insta a adoptar medidas correctoras.
Más información en Tramitación de solicitudes y Vigilancia e inspección
La Ley de Aguas establece que las Confederaciones Hidrográficas deben emitir informe sobre los actos y planes que las comunidades autónomas han de aprobar en el ejercicio de sus competencias, entre otros, en materia de medio ambiente, ordenación del territorio y urbanismo.
Entre otros aspectos, en los informes la Confederación Hidrográfica se pronuncia sobre las afecciones al dominio público hidráulico y sus zonas de protección, analizando si el planeamiento tiene en cuenta las limitaciones en ese espacio, para minimizar las afecciones de los usos del territorio.
La planificación hidrológica se encarga de diagnosticar el estado de las masas de agua, caracterizar las presiones a las que están sometidas, fijar las medidas que se han de adoptar por parte de las administraciones y agentes para recuperar y conservar el buen estado ecológico y establecer normativa adicional sobre los usos del dominio público hidráulico y sus zonas de protección.
Para mejorar el estado hidromorfológico de nuestros ríos la Confederación Hidrográfica programa y ejecuta proyectos de restauración fluvial y de mejora de la continuidad longitudinal.
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