El Río Negro es un curso fluvial, que desde su nacimiento, junto a la braña de Alzada de Masenga, hasta su desembocadura en el Mar Cantábrico, a través de Luarca, recorre 26,0 kilómetros. Pasa brevemente por el Concejo de Villayón, en el que nace, para pasar rápidamente al de Luarca, en el que se inscribe prácticamente en su totalidad.

En su camino pasa por los pueblos de Siñeriz, El Mazo y Saliente, además de Luarca. Sus principales afluentes son los arroyos de Masenga (7,6 Km), Pequeño (9,3 Km) y Carlangas (7,3 Km)

El Río Negro nace en las laderas de la Sierra de Busmente, junto a la Braña de La Alzada de Masenga, a cerca de 700 metros de altitud. Para entender este paisaje, hemos de hablar de un grupo étnico muy particular: los vaqueiros de alzada.

Se extienden por todo el occidente asturiano, y se denominan vaqueiros en referencia a su dedicación a la ganadería, y de alzada, porque durante los meses estivales subían como una caravana hacia las brañas. Eran poblados pensados para aprovechar los pastos de altura, cubiertos de nieve durante el invierno. Se trataba de un grupo hermético, causa y efecto del recelo con el que los veían los agricultores sedentarios, llegando a ser discriminados incluso en los templos religiosos, donde sólo podían ocupar la parte trasera de la nave. Algunas de las marcas utilizadas para delimitar su espacio aún se conservan hoy en día. Este grupo solía ser muy endogámico, por lo que han conservado extraordinariamente gran parte de su tradición y cultura hasta nuestros días.

Una de estas brañas, en Villayón, es la de Masenga, rodeada por exiguos campos de cultivo. Y entre sus prados desciende el río por la ladera, en dirección noreste, para, tan sólo quinientos metros más tarde, pasar al vecino Concejo de Luarca, por el que transcurrirá en adelante.

El valle continúa estrecho y encajado, por lo que no deja espacio para los asentamientos ni su cortina de cultivos, que se colocan en las inclinadas laderas, como son los núcleos de Siñeriz (83 hab) o el Mazo (3 hab). Este último topónimo nos sirve de pista de como estas corrientes de agua se utilizaban como fuerza motriz de ingenios mecánicos. No sólo molinos harineros, los más conocidos, sino también batanes en los que las telas se golpeaban para tupirlas, o martillos hidráulicos para forjar el metal de las fraguas.

A partir de aquí, aunque se mantiene el rumbo en líneas generales, el avance se vuelve difícil, obligando al río a dar requiebros entre una complicada orografía, fruto de la intercalación de materiales blandos, como las pizarras, y duros, como las cuarcitas. Al pasar entre Los Piñeiros (26 hab) y Buseco (19 hab), traza una serie de curvas que se van cerrando hasta casi dejar en su interior una pequeña península, ocupada por bosques y matorrales.

Los giros  adquieren un rumbo este brevemente hasta llegar a encontrarse con una pared pétrea muy verticalizada, que le impide el paso. Este obstáculo, con una litología muy dura de cuarcitas ordovícicas muy compactas, redirige nuevamente el cauce hacia el noreste, al pie de la sierra, mientras recibe los aportes de los arroyos que descienden por ella, como el Pinoso o el de Vequilina, junto a las casas de Paladeperre (10 hab).

Dejar atrás esta elevación no significa un gran cambio para el trazo del río, aunque sí comienza a dejar en la parte externa de los meandros algunos depósitos aluviales, aprovechados por los vecinos para establecer cultivos.

Cerca de Godón (33 hab) y San Pelayo del Sexmo (33 hab), es donde se encuentra con sus mayores afluentes, el Río Pequeño, -irónicamente el más largo de sus aportes, con más de nueve kilómetros- que llega por su margen izquierda, y trecientos metros después, el Arroyo de Leirella, por su derecha.

Al llegar a la altura de Saliente (23 hab) y La Herrería de Abajo (2 hab) las curvas se hacen más amplias, rolando hacia el norte para llegar a La Venta (5 hab) y La Herrería de Abajo (3 hab). Estas herrerías nos recuerdan nuevamente la abundancia de las actividades preindustriales asociadas a la corriente de agua.

El valle cambia a partir de aquí. El río va depositando a lo largo del tiempo depósitos que van formando una vega plana, no muy amplia, pero suficiente. Circula hundido entre dos superficies planas que se elevan a ambos lados, fruto de antiguas erosiones marinas, cuando el mar cubría este espacio. Este fondo de la vaguada, que se va ampliando poco a poco, es la que acoge las calles de la Luarca, la Villa Blanca, y trazando una curva dentro del centro urbano, encuentra la salida al Mar Cantábrico, a través de la Playa de Luarca

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