El Lago Ercina es un lago de origen glaciar que se encuentra situado dentro del Parque Nacional de Los Picos de Europa, en su parte correspondiente al Principado de Asturias, concretamente en el Macizo Oriental. Su posición coincide con el límite más oriental de la cuenca hidrográfica del Río Sella.

Se encuentra localizado en las coordenadas 4° 58’52’’ longitud oeste y 43°16’4’’ latitud norte (WGS84), que se corresponde con 339.332 - 4.792.442 del sistema de referencia Universal Transversal Mercator (U.T.M.) Datum ETRS 89, zona 30. Ocupa una superficie de 6,6 hectáreas, aunque la masa de agua puede variar dependiendo de la estación del año y del aporte hídrico.

Junto con el vecino Lago Enol forma un conjunto conocido como Los Lagos de Covadonga, o simplemente, Los Lagos.

Recibe su nombre de la Cueva y Santuario de Covadonga, donde se encuentra su acceso por una empinada y revirada carretera, que asciende desde los 250 metros sobre el nivel del mar hasta los 1.111 que alcanza la orilla del lago.

Es en Covadonga donde la tradición indica que en el año 722 d.C., Pelayo hizo frente a las tropas musulmanas, a las que hizo retroceder, sirviendo de germen de la Reconquista de la Península Ibérica, tarea que llevó setecientos setenta años más.

Los Picos de Europa están formados básicamente por grandes masas calizas, plegadas por los esfuerzos de la orogenia hercínica, muy antigua, y reactivada más recientemente por la alpina, que la fractura, al ser más ancianas y duras las rocas. Como consecuencia de estos movimientos, se produce una nueva elevación del conjunto.

Durante las épocas más frías de la historia geológica reciente, los hielos glaciares ocuparon gran parte del macizo oriental, también conocido como del Cornión, llegando a ocupar más de 80 Km2 con un espesor máximo de 300 metros en las partes más altas. Gran parte de esta masa era el conocido como “Casquete Glaciar de Enol”, que conformaba el 60% de la superficie total. Las huellas de esta intensa actividad geomorfológica, sin embargo, son escasas, ya que la misma naturaleza calcárea del sustrato ha sufrido un posterior desmantelamiento por la disolución kárstica de los materiales carbonatados.

Los rasgos remanentes en la actualidad son; aristas afiladas, talladas por el hielo, picos aislados (también conocidos como nunatak) como el Pico Urriellu (Naranjo de Bulnes), cubetas de sobreexcavación (aquí llamados jous) y, no con la abundancia que cabe esperar, depósitos morrénicos, arrancados y arrastrados por el avance y retroceso de las lenguas glaciares.

Estos materiales movilizados, cantos de caliza angulosos, imbuidos en una matriz más fina de arcillas, producto de su disolución, son más impermeables, por lo que unido a las pizarras que sirven de fondo del valle, van formando barreras que limitan pequeñas cubetas, donde se acumula el agua drenada. Este proceso conlleva la formación del conjunto de los lagos de Covadonga.

El Ercina tiene una forma alargada, que cierra un perímetro de 1.493 metros de la cubeta de sobreexcavación, siguiendo el eje del valle.

El lago queda enmarcado por una aguda arista hacia el oeste, bajo la ladera del Pico Bricial (1.242 m). Es un relieve tallado por la lengua glaciar responsable de la cubeta que acoge el agua, arista que, una vez terminada la pared, se prolonga por una gran morrena lateral, cuyos materiales se acumulan en la confluencia de esta lengua con la propia del Lago Enol, dejando una planta triangular bajo el Pico Mosquital (1.274 m). El frente del hielo dejó además una morrena que encierra el valle, el Campo La Tiese, vaciado puntualmente por la mina de Buferrera. Al este se eleva el Pico Llúcia (1.334 m), limitando el valle del Río del Texu, que desciende desde Cabeza Redonda (1.623 m)

 

Son imponentes masas de caliza de montaña de la formación de Picos de Europa que limitan el pasillo por el circulaba la lengua glaciar, movida por la gravedad, limando a su paso materiales de las paredes y el fondo, dando la forma en “U” característica de este tipo de valles glaciares.

Es el que se encuentra a mayor altitud, y el menos profundo del conjunto, con un calado máximo que apenas llega a los 3 metros de profundidad. Los sedimentos que van a parar al lago amenazan con colmatarlo hasta su desaparición de forma natural, como ya ha ocurrido con otros lagos, pero los responsables de la Mina de Buferrera, construyeron un muro de contención para impedir su desagüe por la parte oeste, limitando la llegada de agua al sumidero. Aunque la intención era la de abastecer de agua a las labores, impidieron el fin de uno de los puntos más emblemáticos de la Cordillera Cantábrica, y símbolo de los Picos de Europa.

Y es que los materiales de la morrena de cierre fueron movilizados para acceder a los minerales férricos que se explotaban en la zona, dejando al descubierto las calizas disueltas en forma de pináculos, un proceso geomorfológico anterior a la época glaciar. Las aguas del lago servían además para mover la turbina de una pequeña central eléctrica que proporcionaba energía a las instalaciones.

 

Las duras condiciones climáticas que propicia la altitud, propician una vegetación rala y escasa. Este paisaje es potenciado por la actividad humana, que dada la inaccesibilidad se reducía tradicionalmente al pastoreo de verano, con rebaños caprinos y ovinos principalmente, que aprovechaban los escasos pastos de pradera alpina. Posteriormente, los aprovechamientos mineros comenzaron a ser los principales agentes modificadores, que han sido sustituidos finalmente por las actividades turísticas, siendo este entorno uno de los principales reclamos de la montaña, lo que han obligado a restricciones al acceso de vehículos de motor, al menos en las épocas estivales, de mayor presión. Sin embargo este cambio ha conllevado la práctica desaparición del pastoreo de ganado menor, o como se dice en la zona, de “reciella”. En la actualidad es frecuente encontrar cabezas de ganado bovino sobre los pastos que se asientan sobre las tierras llanas, convertidas en un nuevo elemento de la postal que se llevan los visitantes.

Todo este espacio se encuentra protegido por una de las figuras de mayor rango de las que rigen en España, la de Parque Nacional, siendo éste el primero de los declarados en este país, y uno de los primeros de Europa.

Sus antecedentes se remontan al Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, promocionado por Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, muy interesado por la naturaleza, siguiendo la estela de los parques nacionales de los Estados Unidos de América. Su declaración se produjo el 22 de julio de 1918, siendo rey Alfonso XIII, con el objetivo de conservar las características geográficas que le dan forma.

Se amplió a todo el macizo en 1995, llegando a los límites actuales con una nueva ampliación en el año 2015, con 67.455 hectáreas, repartidas entre las provincias de Asturias, León y Cantabria.

Esta dura geografía tiene su traducción en uno de los productos más típicos de la zona, el queso Gamonéu, concretamente el Gamonéu del Puerto. Este queso cuenta con una Denominación de Origen Protegida (DOP Gamonéu), que obliga a que sean elaborados con leche de ganado que pasta en las majadas de Onís y Cangas de Onís, como las que albergan a estos lagos. Es un queso azul elaborado con de leche de vaca, oveja y cabra. Al menos el 10% de la leche debe de proceder de ganado ovino y/o caprino. Es muy similar al más conocido queso de Cabrales, pero se diferencia de este por un proceso de ahumado, que crea una corteza que dificulta el avance del hongo penicilium, responsable de los colores azulados. Por eso, al contrario que el queso cabraliego, las vetas penetran mucho menos hacia el interior, dando una textura más consistente. La elaboración de este producto se limita la primavera y el verano, ya que en invierno las condiciones climáticas lo impiden.